Por Purificación Causapié, directora del gabinete del secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y Asuntos Constitucionales y Patrona de la Fundación Pedro Zerolo
Empiezo estas líneas con un título ampliamente utilizado por las mujeres feministas en las últimas décadas. Es nuestra manera de decir que queremos lo que nos corresponde, ni más ni menos.
Y es que, a lo largo de los siglos, las mujeres ni hemos formado parte de aquellos que estaban destinados al cielo, ni hemos tenido acceso a los recursos económicos, ni mucho menos hemos accedido al poder político, económico o social.
Con la democracia, en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, las mujeres españolas hemos ido dando pasos para incorporarnos a la educación, al empleo y la actividad económica, a la política, a los espacios institucionales, sociales y culturales, si bien, el poder siempre se nos ha resistido. El patriarcado siempre encuentra la manera de dejarnos fuera de él.
Demasiado a menudo encontramos a mujeres en los niveles más bajos de la política, las instituciones, las empresas, las organizaciones o los colegios profesionales, y, sin embargo, según vamos ascendiendo en la jerarquía, el número de mujeres se reduce y se amplia el de hombres.
La incorporación de cuotas internas por parte de los partidos de izquierda fue un paso muy importante. La asunción de una representación equilibrada de mujeres y hombres (de, al menos, un 40% de cada uno de los sexos), y de la paridad con listas cremallera (el 50%, de manera intercalada), fue aún más relevante, haciendo posible que, a partir de ese momento, encontráramos instituciones con una presencia destacada de mujeres.
En este contexto, merece especial mención la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que modificó la ley electoral para incorporar una representación equilibrada de mujeres y hombres en las listas electorales de todos los procesos electorales, fueran para el Congreso, el Senado, el Parlamento Europeo, las Asambleas autonómicas o los Ayuntamientos.
También, esta ley incorporó la presencia equilibrada de mujeres y hombres en los Consejos de Administración de las grandes empresas, pero al no ser de obligado cumplimiento, su aplicación ha sido muy limitada.
Especialmente relevante fue la decisión interna del PSOE en su Conferencia Política de 2013, que le llevó a que sus candidaturas electorales tuvieran forma de listas cremallera. En esta misma Conferencia ya se aprobó, también, llevar a la ley la paridad.
El reciente anuncio del Presidente del Gobierno de aprobar una ley de representación paritaria de mujeres y hombres, que permita avanzar en presencia real y efectiva de las mujeres en la toma decisiones, es, sin duda, una excelente noticia, otro paso importante, si bien, debemos recordar que este no es el final del camino.
La conquista de la igualdad real requiere que reflexionemos sobre la difícil relación de las mujeres con el poder, las dificultades para mantenerse en política o de sobrevivir en ella sin ser cuestionadas permanentemente por propios y ajenos, o sobre el muro que parece encontramos en algunos poderes del Estado, como el judicial.
Y, por supuesto, mucho tendremos que hablar y proponer sobre quienes mantienen la mayor parte de la riqueza y quienes se enfrentan en mayor medida a la pobreza en el mundo. No hay que investigar mucho para saber que quienes mantienen la riqueza son hombres en su mayoría, y quienes sufren la pobreza, a pesar de cargar con las responsabilidades sobre el cuidado, son, sobre todo, las mujeres.
Y todo ello, en un escenario mundial en el que nos enfrentamos a nuevos retos como la digitalización, el envejecimiento de la población o el cambio climático. Mucho tenemos que trabajar para que no vuelva a ocurrir lo que hemos visto tantas veces, que mientras las mujeres se ocupan de las actividades esenciales para mantener la vida, los hombres encuentran las oportunidades para mantener el poder.