Por Toni Poveda, Vicepresidente y Patrono Fundación Pedro Zerolo
Ser unos de las personas que pudieron ver culminado con éxito unos de los objetivos marcados colectivamente y que en su momento parecía una utopía es una de las mayores dichas que puede tener un activista y que dicho sea de paso muy pocas veces ha pasado en la historia. Diseñar y construir una estrategia que hiciese posible alcanzar el matrimonio igualitario en España desde el activismo comunitario, ha hecho que sin duda me considere mejor persona porque me ha hecho entender que la vida sin generosidad nos hace infelices e incapaces de tomar las riendas de nuestras propias vidas. Tener el inmenso placer de haber contribuido a escribir la historia junto a activistas como Pedro Zerolo hace que sienta que merece la pena luchar, que las utopías de hoy son las conquistas de mañana.
Ese día, el 21 de abril de 2005, todos estos sentimientos pasaron por mi cabeza ya que por fin “unos cuantos locos y locas del porvenir” como diría Pedro pudimos festejar que nuestros años de lucha para conseguir la igualdad legal para nuestras familias iba a ser una realidad. Pero no solo alcanzábamos la igualdad que hacía que nuestras parejas, nuestras hijas e hijos tuvieran el mismo reconocimiento por parte del Estado que el resto de familias, también conseguíamos reparar de alguna manera las injusticias vividas por tantas y tantos que tuvieron que sufrir las consecuencias de una sociedad, de un estado, que no te permitía realizar ningún proyecto de vida con la persona a la que amabas.

De esta injusticia nos dimos cuenta unos años antes, viviendo una epidemia que a muchas nos recuerda a la que vivimos ahora y que continua en nuestros días, la pandemia del VIH. En plena crisis del sida y cuando no había tratamientos que salvasen vidas veíamos como compañeros enterraban a sus parejas y se encontraban sin derecho a la herencia de lo que habían construido conjuntamente o lo que era más cruel todavía, que las familias que habían repudiado a su hijo por maricón no le permitían pasar los últimos momentos de su vida con su pareja, su ser amado.
El 21 de abril de 2005 supuso, como digo una gran conquista legal, una reparación histórica, pero sobre todo dotar de dignidad a un colectivo al que se le había negado, fue una inyección de autoestima para el colectivo LGTBI y para todo un país que sentía que España era capaz de ser líder en la conquista de los derechos civiles. Esta autoestima colectiva es la que nos hace seguir trabajando para hacer posible que un día encontremos al final de la senda amarilla la igualdad real, que será la garantía de que el legado de Pedro, nuestro querido compañero revolucionario se hace realidad.